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AVENTURAS

SERRANÍA DE CUENCA

Image by Egor Myznik

Allí donde la tierra se desgarra en barrancos imposibles y el río serpentea entre piedras esculpidas por el tiempo, los pinares, inmensos y solemnes, se alzan como guardianes de un reino olvidado, filtrando la luz en haces dorados que danzan sobre los senderos.

 

El murmullo del agua salta entre cascadas ocultas y pozas de un azul profundo, reflejando los cielos que parecen perderse en la inmensidad. La naturaleza se vuelve un espejismo: la laguna se abre entre bosques, atrapando en su quietud la silueta de las montañas. Aves invisibles surcan el aire, dejando apenas una estela de sonido entre las copas de los árboles. El viento, suave y perfumado de resina, arrastra los ecos de historias antiguas, de pastores y viajeros que antes recorrieron estos mismos caminos.

El paisaje se torna agreste, los picos se elevan como colosos y los ríos nacen en la piedra, descendiendo en saltos de espuma blanca. La montaña, viva y salvaje, se despliega en infinitas tonalidades de verde, ocres y grises, mientras el sol juega con las sombras en las hondonadas profundas.

 

En las noches de luna, dicen, los ciervos emergen de la espesura como espectros de otro tiempo, cruzando los claros con la majestuosidad de quienes saben que esta tierra les pertenece. 

 

El bosque se vuelve un laberinto de senderos ocultos, de barrancos donde la luz apenas se atreve a entrar. La roca, erosionada en caprichosas formas, crea figuras que parecen susurrar historias al viajero.

 

El rumor de un río lejano nos guiará, mientras el atardecer teñirá de fuego la piedra y el bosque, cerrando el círculo de este viaje por una serranía que nunca deja de sorprender, donde la belleza es tan inmensa como el misterio que la envuelve.

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